Querida Mª Dolores G. Montón:
Nada más llegar a la bella ciudad, fuimos silenciosamente, sin llamar la atención y sin tocar nuestras herramientas (dulzaina y darbukas) hacia el hotel Jaime I. Cuando llegamos allí, las chicas nos comportamos debidamente, sin esperar a ningún Jaime en cada habitación.
Fuimos a la gran piscina, donde pudimos comprovar que todos sus ocupantes eran espanyoles, y nos dimos un baño sin armar ninguna escama. Comimos apaciblemente y fuimos a descansar (o algo parecido).
Por la tarde nos pudimos bañar en la limpia playa de Salou y contribuimos a participar en su tranquilidad, ya que en ningún momento tocamos las darbukas y la guitarra para ambientar a nuestros vecinos turistas.
Al volver de la playa hacia el hotel no nos paramos en un supermercado a comprar bebida alcohólica, ni a los que se quedaron fuera les hecharon una poalà d'aigua por estar tocando en plena calle, pues nos fuimos directos al hotel a descansar.
Una vez allí cenamos poco y de forma ligera en el buffet libre que ofrecía el hotel, y después, viendo el espectáculo del flamenco o sevillanas que había en el mismo hotel, nos sentamos a primera fila, para poder apreciar bién el folklore espanyol. No hicimos el cuadro en ningún momento.
Después de darnos una ducha, no bebimos en la terraza de uno de los cuartos, pues, como ya he dicho antes, no habíamos comprado nada.
A Raquel no se le rompió una chancla, ya que no nos fuimos de bailoteo toda la noche a un pub en el que la mayoría pudimos entrar gratis, y en el que no fuimos capaces de hacer toda una conga con mucha gente del pub, sino que fuimos a dormir directamente.
La mañana siguiente nos levantamos temprano, tanto, que fuimos los primeros en entrar al comedor a almorzar. Comimos poquísimo y nos fuimos a la piscina. Permanecimos todo el rato en la sombra, pues tampoco queríamos ponernos muy morenos, y dentro de la piscina, no bailamos el "conga, conga, me gusta la milonga..." varias veces ni invitando a gente desconocida a bailar.
Después de aprovechar toda la mañana haciendo ejercicio, tanto físico como mental, nos fuimos a comer, también de forma ligera. Después no hicimos la siesta, ya que por la noche no pensábamos salir.
A Elena no se le torció un pie ni tampoco le dio un mareo a causa del calor y la deshidratación; no tuvimos que llamar al socorrista a que la socorriera, por lo que al final sí pudimos entrar al jacuzzi.
Por la tarde fuimos de paseo, pero no nos paramos en ninguna tiendecita a comprar ningún souvenir de Salou, tal y como hacen los guiris, perdón, los extranjeros.
Cenamos bastante tarde, y después no nos estuvimos una hora duchándonos y arreglándonos para salir, ya que no íbamos a hacerlo. Tampoco bebimos bebimos en la terraza de la habitación haciendo bastante escama, ni tocando las darbukas y la guitarra. A Pedro y a Lara no se les ocurrió por nada del mundo ponerse a tocar a la 1 de la madrugada la dulzaina. Por eso no vino el guardia del hotel hecho una furia, hechándonos a todos a "la puta calle", ni nos pidió las "herramientas" que causaron el ruido, ni nos dijo que no quería vernos por el hotel "hasta las ocho de la mañana". Tampoco nos pidió las targetas de las habitaciones ni tuvimos que esperar en la escalera del primer piso a que buscaran la targeta de la habitación que se encontraba en esa planta. Por eso no nos cruzamos con las señoras que nos preguntaron si estábamos haciendo "reunió d'escaleta", con lo cual Chrisitian (sí, ese que no dejaste entrar a tus clases!) no respondió que estábamos pensando si pintar o que.
Por la noche no nos fuimos a Pachito (no fuimos pachito a pachito ni cantando "pachito, pachito, pachito mío...), donde no pudimos comprovar las dos salas vacías completamente de gente. Como no fuimos, no tuvimos que salir alguna gente fuera a descansar, y por consiguiente no conocimos ni a unos franceses ni a unos de Alzira. Tampoco nos fuimos las toras al hotel a las 4 de la mañana, por lo que no nos encontramos al recepcionista diciendo que no tendría las targetas de las habitaciones hasta las ocho de la mañana. Por eso no tuvimos que esperar dos horas durmiendo los sofás de recepción hasta que llegaran los otros.
Como no pasó nada de eso, Pedro no tuvo que convencer al guardia para que nos dejara subir a las habitaciones, con lo cual no hizo falta que todos subiéramos, bién a dormir, bién a seguir con la fiesta.
Debido a la gran tranquilidad que teníamos, no nos habíamos ganado fama en el hotel, y por eso no llamó nadie durante la noche (o día?) molestándonos.
La mañana siguiente nos despertamos aún más pronto que el día anterior y fuimos otra vez los primeros en entrar al comedor a almorzar. No fuimos otra vez al paseo de tiendecitas, porque no teníamos nada que comprar.
En la piscina estuvimos aprovechando las últimas horas a la sombra, para no hacernos rojos, y nos bañamos tan solo un ratito, y pasando desapercibidos.
Después de comer no fuimos todos a un salón de diferente edificio (el hotel tenía tres bloques), desorganizando todos los sofás de la sala y despertando a unas señoras que estaban durmiendo.
Hicimos un breve resumen de los deliciosos y tranquilos días que habíamos pasado juntos y acordamos despedirnos del hotel de forma pacífica, quedando bién con todos, para que tuvieran buena imagen de nosotros.
Pero, debido a la rapidez de los taxis, cogimos las maletas (sobretodo la maleta de Jorge, toda bien organizada y cerrada) y nos fuimos a la estación sin poder hacer ninguna despedida (lástima). En la estación, respetamos a los demás viejeros que esperaban y no tocamos ninguna de nuestras herramientas (ni la dulzaina, ni la guitarra ni las darbukas). La vuelta en tren fue tranquila y apacible. No visitamos la cafetería ni estuvimos allí bailando la conga y haciendo fotos tontas.
No se nos ocurrió hacer un calendario de fiestas de varios pueblos ni de días para ir todos juntos a la playa, pues simplemente somos compañeros de clase.
La llegada a Valencia fue tranquilita, nos despedimos de forma silenciosa y alegre como buenos compañeros hasta septiembre.
Como ves, Mª Dolores, tus alumnos, los músicos, son personas cultas y respetuosas, modelos a seguir y ejemplos del comportamiento cívico que deberían seguir los miles de jóvenes que criticabas un día en clase.
Esperamos que estés orgullosa de nosotros.
Con mucho, mucho, mucho cariño,
tus alumnos de magisterio musical
P.D.: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.